La Real Maestranza de Caballería de Zaragoza ha sido testigo y protagonista de los momentos más relevantes de la historia de Aragón y de la Corona de España. La línea del tiempo de estos acontecimientos es el reflejo de la transformación de nuestra sociedad desde hace más de ochocientos años.
El origen de la Real Maestranza de Caballería de Zaragoza se remonta al siglo XII, tras la conquista de Zaragoza por Alfonso I el Batallador en 1118. Desde entonces, la institución ha sido protagonista de los hechos más memorables de nuestra historia.
Debemos remontarnos al Medievo para encontrar el origen de esta institución nobiliar zaragozana. En el siglo XII, y tras la conquista de Zaragoza por Alfonso I el Batallador (1118), comienza a surgir una corriente que, influenciada por el espíritu caballeresco medieval que imperaba en Europa, canaliza la creación de cofradías, hermandades o capítulos nobiliarios destinados a defender sus privilegios frente al auge de una nueva burguesía urbana que estaba obteniendo normativas jurídicas y económicas propias.
El origen de esta Real Maestranza hay que buscarlo en el antiguo Capitol de Cavalleros e Infançones de la Ciudat de Çaragoça que, si bien de manera legendaria remonta su origen a la toma de la ciudad de Zaragoza por Alfonso I en 1118.
Ilustración: Alfonso I el Batallador por Pradilla (fragmento)
Pocos documentos se conservan de esta época, y todos ellos se localizan en el Archivo Municipal de Zaragoza y hacen alusión al ejercicio de la Ciudad del llamado Privilegio de Veinte en los que se expresa la participación o colaboración del Capítulo en la defensa de los privilegios de Zaragoza.
El Capitol tenía potestad para expedir “letras testimoniales de hidalguía” que hacían fe en juicio y fuera de él y sólo se expedían después de acreditar sus miembros su condición de caballeros, nobles o infanzones, lo que se debe considerar como precedente histórico de los requisitos exigidos en la actualidad por la Real Maestranza de Caballería de Zaragoza, su continuadora como institución.
Ilustración: Documento (reconstrucción digital)
Ilustración: Pedro IV. el Ceremonioso (fragmento)
En el siglo XV comienzan a aparecer noticias más continuadas de este Capitol que nos demuestran, en primer lugar, su permanencia en el tiempo y posteriormente su estructura y organización nobiliar y caballeresca. En estos momentos forman parte, como uno de los núcleos más importantes, del ejército de Zaragoza, involucrándose directamente en la defensa de los privilegios de la capital del Reino.
Fue tal el éxito de estos actos, con gran atractivo popular, que con objeto de regularlos y de fomentar entre los caballeros el ejercicio o destreza de las armas, el Capítulo estimó la conveniencia de crear una Cofradía de Justadores bajo el patrocinio del Señor San Jorge. Tuvo lugar el 12 de diciembre de 1457.
Esta Cofradía de Justadores alcanzó a ser tan popular que llegó a absorber, en la memoria colectiva de la Ciudad, al Capitol y pasaron a desempeñar un papel importante en los actos protocolarios de Zaragoza. Sus cofrades participaban en la misa solemne de San Jorge celebrada en la Aljafería, donde con casi toda seguridad se reunirían, y todos ellos portaban un cirio blanco con la cruz del Santo de Capadocia que los identificaba.
Ilustración: Fragmento del repostero-retablo de San Jorge, siglo XV. Propiedad de la RMCZ.
En el archivo de la Real Maestranza se conservan unas ordenanzas del año 1504, confirmadas por el rey Fernando «El Católico», el 24 de mayo de 1505, reconociendo la transformación del antiguo Capitol en una Cofradía de Cavalleros e Infanzones de Zaragoza, bajo la invocación de San Jorge, Patrón del Reino de Aragón, y al servicio del Rey nuestro señor, formada por cuarenta cofrades y admitiendo también a Damas Nobles, con el nombre de Cofradesas.
Su sede corporativa se estableció en el Palacio de la Diputación del Reino, hoy desaparecido, en el que poseían un altar y un retablo dedicado al Santo Patrono de Aragón. Obtuvieron como distintivo el uso de una bandera o pendón en la que figuraba la efigie de San Jorge ornada con los cordones reales así como el uso de bandas blancas surmontadas de una cruz latina roja (la cruz de San Jorge) para sus procuradores.
Se les facultaba para celebrar procesiones, sufragios, inhumaciones y demás atenciones espirituales así como se les obligaba a celebrar anualmente varias justas y torneos en la Ciudad.
Ilustración: Fernando el Católico por Bernardino de Montañés
Todo continuó igual hasta 1591 año en que se producen en Zaragoza los sucesos provocados por la detención y posterior fuga de Antonio Pérez, Secretario del Monarca don Felipe II. Zaragoza se levanta en armas ante la presencia de tropas castellanas y en defensa de sus Fueros y la Cofradía de Caballeros de San Jorge se alinea inmediatamente en el bando aragonés.
Al frente se colocó el Justicia de Aragón Juan V de Lanuza el Mozo. Esto provocó que del perdón general otorgado por el monarca un año después, excluya deliberadamente a caballeros aragoneses como Diego de Heredia, Martín de Lanuza, Juan de Luna, Tomás Pérez de Rueda o Manuel Donlope entre otros muchos, todos ellos miembros de la Cofradía. A partir de este momento la Cofradía se sitúa en un discreto segundo plano esperando mejores circunstancias, pero fiel a sus principios fundacionales.
Ilustración: Juan de Lanuza por Nicolas Ruiz de Valdivia (fragmento)
Se mantenía la misma insignia y banda que debían portar sus miembros cuando salieran a pasear a caballo por la ciudad el día de San Jorge y siempre que se celebrase capítulo.
Se exigía para ingresar como cofrades en la misma se había de ser hijo o nietos de cofrades, por línea masculina, y los que no tuvieran esta calidad, habrían de tener título o privilegio de nobles a fuero de Aragón.
Debía demostrarse mediante la presentación de las Cartas Ejecutorias de Nobleza de Sangre o Jurisfirmas de Infanzonía, obtenidas en la Real Audiencia de Aragón o en la Corte del Justicia de Aragón, en sus personas, padres o abuelos paternos. Así como demostrar que ni ellos, sus padres o abuelos paternos, no hubieran tenido, ni tengan, oficios mecánicos, ni viles, ni botica, ni tienda abierta.
Los extranjeros a este Reino de Aragón, deberían probar la misma nobleza mediante certificación auténtica de la Real Audiencia o Chancillería del reino que procediesen. Se exigía que habrían de mantener una justa de caballeros, en la que se rompieran lanzas, el día de San Jorge a fin de conservar la tradición militar, regulada cuidadosamente mediante 41 capítulos.
La condición nobiliar de la institución queda patente en un testimonio notarial librado por el secretario de la Cofradía en 1653, el notario Juan Gil Calvete, en el que expone “que en dicha Cofradía, jamás, ni en tiempo alguno, no se han admitido en cofrade della persona alguna que no conste legitimamente que es hijodalgo de sangre…”.
Ilustración: Carlos II por Juan Carreño (fragmento)
No obstante, pese a este mal inicio de las relaciones, los Caballeros de San Jorge demostraron posteriormente su lealtad y patriotismo hacia el monarca y el Estado. Con la reestructuración de los ayuntamientos recogida en los nuevos decretos reales, el Concejo de Zaragoza pasó a ser gobernado por 24 regidores: 8 pertenecientes al Brazo de Nobles y 16 al de Caballeros e Infanzones. De esta manera la Cofradía pasó a regir los destinos de la Ciudad de Zaragoza por expreso deseo de Felipe V.
Ilustración: Felipe V por Jean Ranc
El 24 de mayo de 1808 se sublevó la ciudad de Zaragoza en defensa de la Religión, el Rey y la Patria. Depusieron al Capitán General del Ejército, acusándolo de afrancesado, y proclamaron a José Rebolledo de Palafox Capitán General del Ejército y Reino de Aragón. Si bien es cierto que el levantamiento de Zaragoza contra el invasor francés fue eminentemente popular en su origen, no hay que olvidar que fue dirigido y sostenido por el estamento nobiliario en su condición de clase dirigente de la época.
El levantamiento se produjo bajo el grito de “por Dios, por la Patria y el Rey” contra un ejército revolucionario extranjero y ante esa situación no es de extrañar que al frente del levantamiento se pusiera la clase rectora de la época. Palafox, hijo de los marqueses de Lazán y cuyos ascendientes había pertenecido durante generaciones a la Cofradía de Caballeros de San Jorge, supo canalizar el levantamiento popular y ciudadano y muy pronto utilizó al estamento nobiliar aragonés como clase dirigente en la batalla.
Numerosos son los miembros de la Cofradía que participaron en los momentos más duros de los Sitios, pagando algunos de ellos con su propia vida. Muchos son los miembros de la aristocracia que protagonizaron hechos heroicos en defensa de la Ciudad; la Duquesa viuda de Villahermosa, que ausente de Zaragoza regresó de inmediato junto a sus dos hijos, uno de los cuales cayó prisionero de los franceses y el otro moriría en la defensa de la Ciudad, los Marqueses de Ariño, los hermanos de Palafox, la Marquesa viuda de Ayerbe, el Marqués de Tosos, el Marqués de Santa Coloma, el Conde de Sástago, el Barón de la Linde, el Conde de Aranda o la Condesa viuda de Bureta que, además de su labor humanitaria, arengó a la resistencia de los zaragozanos ahorcando en el balcón de su palacio un monigote representando a Napoleón.
Terminada la guerra y tras la huida de los franceses en 1813, los Caballeros de San Jorge restablecieron la actividad de la Cofradía. Destruído el Palacio de la Diputación del Reino, donde tenía su sede y con él la mayor parte de su archivo, utilizaron como tal la iglesia de Santa Isabel de Portugal, el Salón Consistorial, el palacio de la Aduana o el palacio de los marqueses de Ayerbe.
De esta manera se equiparaba a las otras cuatro Maestranzas existentes en nuestro país: Ronda (creada en 1572), Sevilla (1670), Granada (1686) y Valencia (1690). El Monarca designó primer Hermano Mayor a su hermano el Infante D. Francisco de Paula Antonio de Borbón (1819) y como primer Teniente de Hermano Mayor D. Pedro Ignacio Jordán de Urries y Palafox, Marqués de Ayerbe en 1823, ya que hubo que dejar transcurrir el “trienio liberal”.
En 1835 la Real Maestranza de Caballería de Zaragoza fija definitivamente su sede en el palacio de Donlope, que fue adquirido en propiedad a la familia Jordán de Urries el 24 de junio de 1912, ocupando la Tenencia D. Luis Pérez Cistué.
Ilustraciones: Los Sitios de Zaragoza por Federico Jiménez Nicanor, Palafox por Francisco de Goya, Infante Francisco de Paula
El 13 de enero de 1916, Alfonso XIII autorizó admitir Damas, según la antigua costumbre abolida en 1819, previa la prueba de nobleza e hidalguía de sus cuatro primeros apellidos, al igual que lo establecido para los varones, aunque reducida a dos para las legítimas esposas de los Caballeros Maestrantes.
Poco años después por Real Decreto de 1922, se establecía que el jefe supremo de la Real Maestranza de Caballería de Zaragoza sería la persona reinante que tomaba el nombre de Hermano Mayor. La institución estaría formada por un número ilimitado de personas, elegidas entre lo más ilustre de la nobleza española, y agrupadas en dos brazos, de caballeros y de Damas.
Al igual que las demás maestranzas, la de Zaragoza fue privada del título de Real por la II República en 1931. Y tras la guerra civil, constituida la nación en Reino en 1947, recuperaría su titularidad de Real.
Ilustración: Alfonso XIII por Navarro Garcia de Vinuesa
Es una de las instituciones más antiguas de Aragón y como corporación nobiliar, además de cumplir sus fines estatutarios, se ha adaptado a nuestro tiempo y ejerce una importante labor de acciones y obras benéfico sociales y de promoción artística y cultural en la ciudad de Zaragoza.
A lo largo de la historia de esta Real institución, muchos de sus miembros se han comprometido de forma inquebrantable por defender los valores que rigen nuestra conducta. El respeto a la tradición, a la religión y a la Corona de España, en ocasiones, se ha cobrado las vidas de aquellos que son para nosotros un ejemplo a seguir.
Dos de estos ejemplos son los siguientes Beatos muy relacionados con la Real Maestranza de Caballería de Zaragoza: el Beato Cruz Laplana y Laguna (1875-1936) y el Beato Fray Lamberto de Navascues y de Juan (1911-1936).
Lamberto de Navascués y de Juan nació en Zaragoza en 1911 y pertenecía a una familia muy relacionada con la Real Maestranza de Caballería de Zaragoza. Su abuelo materno, Lamberto de Juan y Algora, fue el IX Teniente de la Real Maestranza ocupando la tenencia en tres periodos (1887-1889, 1895-1897 y 1901-1903). Tanto la familia de su madre, Mª Pilar Orosia de Juan y del Olmo, como la de su padre, Ricardo de Navascues y Gante, estaban muy vinculadas a esta Real Corporación. Sus hermanas Maria del Carmen y María Dolores fueron Damas de la Real Maestranza de Zaragoza.
Tras estudiar en los Jesuitas y en los Maristas de Zaragoza inicia los estudios de Derecho, pero a la muerte de su padre opta por abandonar esta carrera y ser religioso. Decide ser Hermano Capuchino pero éstos le rechazan, porque consideran que, por su capacidad de estudio, debe ser sacerdote diocesano. Su familia le insiste en esta línea, en la que consideraban podría realizar un carrera eclesiástica acorde a su condición, pero él se niega e ingresa en los Dominicos como Hermano Cooperador en 1935.
En mayo de 1936 se traslada al convento Dominico de Calanda (Teruel) como novicio-cooperador. Al estallar la Guerra Civil el convento se desmembró pero Lamberto se quedó al cuidado de los hermanos dominicos más mayores que decidieron no abandonar el convento. El 28 de julio llegan los milicianos anarquistas desde Barcelona y son arrestados los ocho religiosos que quedaron en el convento. Tras un simulacro de juicio fue fusilado junto a sus compañeros mientras rezaba el Rosario y perdonaban de corazón a sus verdugos, era la medianoche del 29 de julio de 1936 y Lamberto tenía 25 años.
A pesar de no formar parte del elenco de la Real Maestranza de Caballería de Zaragoza muchos miembros de su familia sí que formaban parte de ella. Incluso hubo un intento para que ingresara como Caballero Maestrante pero fray Lamberto se negó como un signo más de su humildad. Su posterior ingreso en los Dominicos reforzó esta línea de sacrificio, entrega a los demás y humildad.
Fue beatificado, junto a sus siete compañeros asesinados en Calanda, por San Juan Pablo II el 11 de marzo de 2001.
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